–Aquella estrella que ves en el
oriente, sí, esa, la que más alumbra, es tuya, te la regalo—le dijo el abuelo
señalando el firmamento.
--¿Y como hago para tomarla?—dijo
el niño.
--¡Aprende a volar!—exclamó el
anciano sin más explicaciones.
Una noche, siendo ya un
adolescente, después de varios intentos,
escribió por fin su primer poema, salió al patio, miro el cielo, buscó su
estrella y gritó:
--¡Abuelo aprendí a volar!
Autor: Diógenes Armando Pino Ávila