Nocturnito
Croar de ranas, cantar de sapos
iracundos mosquitos de fuerte punzar
ladridos de perro, erotismo de gatos
escucho aburrido en mi soledad.
Desalentado concentrarme trato,
ingentes esfuerzos por mi inspirar,
inútil todo, recojo mis trastos,
Me tiendo horizontal en el lecho,
inútilmente trato el sueño llamar,
cuento ovejas, las vigas del techo.
Duermo un ratito, vuelvo a despertar,
la noche pasa corriendo derecho
¡maldito insomnio, insomnio infernal!
Ancianato
La
paz del ancianato
Cuán
bella es la paz del ancianato,
rostros
ajados por mil arrugas,
cabezas
canas, semblantes gratos,
rodeado
todo de mil ternuras.
Cuán
bella es la paz del ancianato
que
representa bellos tiempos idos,
ilusiones
rotas, viejos retratos
y
más que todo el cruel olvido.
Cuán
bella es la paz del ancianato
que
representa la quietud serena
de
la vejez, filosóficos ratos
En
que se piensa en bellas quimeras,
que
dejaron gratos y profundos rastros
sobre
sencillas almas buenas.
II
Todos
los días que voy observo
esas augustas cabezas canas,
la
dejadez de flácidos cuerpos
y
la paciencia abnegada de las hermanas.
Siempre
que voy pensativo quedo
y
en mi edad pienso con ridículo afán,
temores
de joven, inconsciente miedo,
fantasmas
que me asustan y riendo se van.
Sí
por capricho del destino, a viejo
terco
y achacoso llego por desgracia,
tan
sólo... tan sólo señores quiero
Que
me concedáis la última gracia:
recluidme
en un ancianato lejos
de
toda la mundanal falacia.
Motílate Muchacho
¡Motílate
muchacho que tu pelo
desgreñado
y feo no te luce!
—y
yo con una sonrisa de cordero,
le
digo— ¡Amigo no te asuste!
¡Motílate
muchacho que pareces
un
loco vagabundo y mendigo!
—Y
sonriente contesto a veces—
¡Soy
un loco porque soy poeta, amigo!
¡Motílate
muchacho tus hirsutos
cabellos
negros encrespados!
—Y
contesto— ¡No sea bruto,
en
mi pelo está mi potentado!
¡Motílate
muchacho esos abrojos,
que
en la cabeza tienes por melena!
—-y
contesto con un poco de enojo—
¡Mira
tu vida y no vea la ajena!
¡Motílate
muchacho, tu cabeza
causa
horror a las muchachas!
—Y
le digo— ¡Amigo, no interesa
Cuándo
las enamore, el susto pasa!
¡Motílate
muchacho! —me repiten
por donde quiera que me meta—
¡Esos
estúpidos que compiten
con
el asno, no saben que soy poeta!
Matrimonio en la aldea
Chisporroteaban
los cirios
de
la parroquial iglesia
consumidos
en martirios
y
espasmos de epilepsia.
La
pareja de rodillas
desesperada
espera
con
los nervios de puntillas
la bendición casamentera.
Dos
beatas cuchichean
entre
salves y avemarías
todos
los sucesos del día
de
la decrépita aldea.
Muy
alta la temperatura
siento
aún junto a la ventana
-y
pienso- como estará el cura
con
tanto adorno en la sotana.
El
calor está que abrasa
en
la iglesia de la aldea,
y
el cura a las beatas
mata
el hambre con par obleas.
El
presbítero santo esteta
de
la eclesiástica y santa jaez
bebe vino, mientras reseca
está
la garganta de éste feligrés.
Por
fin! la perorata sagrada
llega
a su feliz culminación
y a
la pareja, le da dos cruzadas
¡Como
si les hiciera un favor!
Mi grado
Once
años de lucha constante y dura
de
esfuerzos sin limites, ni medida,
once
años han en la maraña obscura,
toque
de campana, entrada y salida.
Más
hoy por fin la bella cobertura
ante
mi se abre, me muestra horizontes
de
los caminos mi vida futura,
escogeré
entre la ciudad o el monte.
Porque
de maestro hoy me titulan
con
solemnidad, cruzo la meta
sin
embargo, titubeo con duda
—cual
alimaña, entre la vil basura—
entre
feliz maestro o hambriento poeta
he
de escoger mi suerte segura.
Nocturna remembranza
Con
su canto triste la nocturna
en
su manto obscuro cubre las cosas
en
esas horas pasivas taciturnas
la
vida es un sueño, es una prosa.
Cuando
el río nocturno serpentea
a
lo largo y ancho de la vida
cuando
duermen las olas, la marea
la
vida es un poema de rimas muy sentidas.
En
esa obscuridad inmensa y muy espesa
profanada
por los destellos de la luna
la
faz de la noche en su entereza
se
ve más bella que ninguna.
En
ese océano turbulento de la noche
cuando
cobra vida la somnolencia helada
llega
tu recuerdo en áureo coche
¡Mi
musa buena, mi bella hada!.
Llegas
nítidamente a mi recuerdo,
de
mi juventud y de mi infancia
de
ese amor triste y muy incierto
donde
fuiste ¡la rosa, la arrogancia!.
En
esa visión rara que me gusta
te
veo altiva bella y exquisita
igual
que un ángel mi bella musa
remedio
y consuelo de mis cuitas.
Mi
virilidad se yergue y enrabia
con
el grato recuerdo del feliz pasado
donde
la natura afrodisiaca y sabia
me
dio el momento más deseado.
En
esas horas delirantes y sensuales
que
alegre disfrutaste en mis brazos
donde
tus tibias carnes virginales
violadas
saltaron en pedazos.
Noche de amor
Después
de enternecerte
con
mil muestras de amor,
cuando
temblabas en mis brazos
recostada
a mi pecho febril por la pasión.
Después
de convencerte
con
mil promesas de amor
cuando
suspirabas ansiosa
recostada
en el lecho
blando
y amoroso,
te
propuse mi deseo.
El
candor subió a tu cara,
tu
carita de niña ingenua,
donde
brillaban tus ojos
como
brillaba tu cuerpo,
y
se alzó buscando mis labios
buscando
mis caricias
y
de un solo beso
robe
la inocencia de tu cuerpo
y
la dulzura de tu alma.
¡Temblabas...
temblabas, ibas a ser mía!
Temblorosos
ambos suspiros entrecortados,
entre
frases incoherentes
caminé
por los senderos
sinuosos
de tu cuerpo.
Tu
piel desnuda quemaba
mi
piel mis pensamientos.
Paroxismo
de locura
sentía
mi mente extasiada.
Acariciaba
ardoroso
los
contornos de tu cuerpo,
tu,
te estremecías loca de pasión
¡Temblabas...
ibas a ser mía!
Esa
noche
solos
los dos
concreté
mi deseo
mis
ansias infinitas,
te
di mi corazón,
¡mientras
tu
temblabas...
ibas a ser mía!
Esa
noche eterna
en
que febriles caricias temblorosas
caminaron por tu cuerpo,
bebí
de un solo sorbo
en
la copa aromada de tu boca
el
néctar delicioso de tus besos
y
bebí tu alma
y
bebí tu ser
y
bebí tu vida.
¡Temblabas,
temblabas...
temblabas
ibas a ser mía!
Esa
noche de gasas,
de
desvelos, de pasión,
cubrí
tu cuerpo de besos,
cubrí
tu ser con mi amor
y
galopé locamente
sobre
tu cuerpo desnudo
¡Temblabas
y eras mía!
Acaricié
la redondez
delicada
de tus senos
donde
bebí la vida.
Acaricié
tus muslos inquietos
donde
bebí los placeres,
acaricié
tu cuerpo
donde
bebí tu deseo,
acaricié
tu boca
donde
bebí tus besos,
acaricié
tu pelo donde bebí tu locura,
te
acaricié toda
y
bebí en ti mil sensaciones
y
caí en el vértigo
de
infinitos anhelos
locamente
desbocados
y
tu temblabas
¡Temblabas
y eras mía!
¡y
tu temblabas!
¡y
yo temblaba!
¡temblorosos
ambos
y
fuiste mía!
¿Qué es la vida?
La vida es la constante sorpresa de ver
que existo.
Rabindranath Tagore
¿Será
la vida el correr desesperado
de
las horas en la esfera de un reloj?
¡No...
mil veces no!
La
vida no puede ser el ser alado
fugaz
de segundos y minutos
¡No!
No
puede ser el paso rutinario
de
los días de tedio y amargura,
en
los amarillos calendarios,
no
es el verano incendiario
ni
el invierno frío, de noche obscura.
¿Entonces
qué es la vida?
—me
pregunto y pregunto a todo aquel que escucha—
La
vida es un escabroso asunto...
es
una tenaz y constante lucha.
Autor; Diógenes Armando Pino Ávila
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